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03.10.25

Lufthansa y el mundo que se viene

Lufthansa, una aerolínea líder a nivel mundial, anunció hace unos días que recortará 30.000 puestos de trabajo como consecuencia del uso de inteligencia artificial, un giro drástico que se suma a una tendencia global creciente. El argumento es que muchos roles administrativos serán automatizados, liberando costos para las compañías. Pero detrás de esa promesa de eficiencia hay un interrogante: ¿quién sostiene y quién paga el costo social de ese ajuste tecnológico?

A nivel global, distintos estudios proyectan que la IA transformará profundamente el mundo laboral. Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte que cerca del 40 % del empleo global está “expuesto” a la IA, ya sea porque sus tareas pueden automatizarse o porque pueden ser complementadas por tecnologías inteligentes. A su vez, La Organización Internacional del Trabajo (OIT) también sostiene que hay un doble reto: algunos trabajos desaparecerán, pero surgirán nuevos y la clave estará justamente en la capacitación y la redistribución.

¿Y por casa cómo andamos?

En Argentina, este escenario no es fantasioso ni especulativo. Empresas tecnológicas más pequeñas ya informan que fusionan procesos manuales con herramientas de automatización y bots internos. Esto presiona al modelo sindical tradicional, que históricamente negoció por estabilidad laboral basada en masas de trabajadores organizados. 

Otro aspecto poco visible es la “fuerza de datos” detrás de la IA. En América Latina, el entrenamiento de algoritmos depende de trabajos precarios de control, etiquetado, verificación y corrección de datos, muchas veces subcontratados en condiciones informales. De hecho, un estudio realizado por la Universidad de Cornell (EE.UU.) explica que, en Argentina, estos trabajadores de datos enfrentan salarios bajos, trabajos fragmentados y ausencia de protección laboral, aunque cumplen un rol esencial en el ecosistema de la IA. Si los grandes empleos caen ante la automatización, también crecerán esos empleos invisibles, con la precariedad y la flexibilización como patrón, afectando directamente al principio protectorio del trabajador. 

Leyes laborales y modelo sindical

Nuestro país cuenta con un marco normativo que, aunque fue diseñado en el siglo XX, todavía estructura buena parte de la vida laboral. La Ley de Contrato de Trabajo y la negociación colectiva otorgan fuertes garantías a los trabajadores, especialmente en lo referido a estabilidad y protección frente a despidos arbitrarios.

Sin embargo, esas normas fueron pensadas para un modelo de empleo industrial y formal, con roles claramente definidos. La irrupción de la inteligencia artificial tensiona esas categorías: ¿cómo se regula un despido cuando la tarea fue sustituida por un algoritmo? ¿qué pasa cuando la relación laboral se reemplaza por plataformas digitales o trabajo fragmentado en línea?

El sindicalismo argentino, con una larga tradición de organización y capacidad de negociación, enfrenta aquí otro doble desafío. Por un lado, mantener su rol histórico de defensa de puestos de trabajo en sectores amenazados por la automatización. Por otro, adaptarse para representar a los nuevos trabajadores de la economía digital, desde programadores hasta etiquetadores de datos, que muchas veces quedan por fuera de los convenios colectivos. La fuerza sindical puede ser clave para que la IA no se convierta en un factor de precarización, sino en un motor de negociación hacia reconversiones laborales justas y distribución equitativa de los beneficios productivos.

Para que el avance tecnológico no derive en crisis social, el Estado debe intervenir activamente. Es imprescindible que políticas de empleo incluyan fondos de reconversión, esquemas de seguro de transición laboral (para acompañar a quienes pierdan su puesto) y formación alineada con las nuevas demandas digitales. También es central que los gobiernos regulen los algoritmos que decisiones vulneren derechos laborales (como despidos automatizados, por ejemplo), exigiendo explicabilidad, auditoría y mecanismos de reclamo.

El anuncio del recorte masivo por IA no es solo un titular económico; es una advertencia política. El mundo que viene no puede construirse sobre desempleo invisible o desigualdad digital. En esos intersticios debe actuar la política, el sindicalismo y la conciencia colectiva, para que la automatización no sea sinónimo de exclusión, sino un cambio que distribuya oportunidades en lugar de concentrarlas.